Bienvenid@ Historias reales para la gente real. Para quien cree que el miedo debe erradicarse.

Ama y no mueras, que te sobra corazón.
Ama y no mueras, no provoques tu dolor.

martes, 7 de enero de 2014

Sociedad, ciencia y cosas peores

Ese día era martes, así como lo es hoy. Y Van debía aparecer antes del sábado. Todos estábamos tan angustiados

viernes, 27 de noviembre de 2009

Sociedad, ciencia y cosas peores

La adrenalina recorría todo mi cuerpo...
Los brazos de mi compañera de a lado rozaban mi pecho...

Era el momento preciso en el que el sol comenzaba a ocultarse. Todo era tan bello.
Aunque el silencio se había dispersado violentamente con los gritos de consignas, ese momento se había convertido en mi favorito ahora. Nunca me había puesto a pensar en los olores que hacían presencia en el ambiente, pero en esta ocasión hice una excepción. Llegaba hasta mi nariz un olor perfectamente reconocible a cereza y a fresa, sin duda era de la chica que se había encargado de agitar mi corazón al máximo.

No podía verle el rostro completo, tenía un trapo amarrado hasta la nuca que le cubría muy bien la nariz y los labios. Sin embargo me había causado un profundo interés.

Antes de que pudiera haberla visto estaba concentrado en comunicarle a mi colega que se encontraba en el ala poniente de la manifestación una posible ruta de contingencia ya que había empezado a darme cuenta que se estaba saliendo de control el evento. Todos los colegas invitados permanecían, pero también se habían sumado otras personas que no habíamos contemplado y en conjunto parecíamos una multitud enfurecida. Una de las reglas era que no teníamos que interactuar entre nosotros para evitar que los cuerpos policíacos nos identificaran o en el peor de los casos que las cámaras esparcidas por la ciudad captaran nuestros rostros o voces y así poder descifrar nuestra identidad. 

Pero esa tarde estábamos siendo observados, quizás, muy de cerca. La aparente unión de ese contingente no previsto me había puesto los pelos de punta ya que podía tratarse de espías que intentaban localizar al líder. Yo no lo era, pero estaba al tanto de todos los movimientos que eran necesarios hacer así que si buscaban al líder yo también peligraba. Entonces me mezclé entre la multitud para avisarle a Van que estábamos quizás peligrando.

Yo no lo sabía realmente, pero me había ganado un lugar muy respetable gracias a mi actitud paranoica pues muchas veces les salvé el pellejo a muchos colegas.

Gritábamos y reíamos cuando alguien se equivocaba. Entonces volvíamos a empezar. Al menos yo tenía la sensación que lográbamos algo más que solo ruido. Veía en todos lados el reflejo de una nueva sociedad en la que no cabía la debilidad ni mucho menos la actitud pasiva. Tenía la fuerte creencia que una sociedad mejorada no se componía de gobierno-gobernados, sino del granito de arena de cada ciudadano. Participar en las decisiones de la patria era algo que buscaba cada que salíamos a manifestarnos. Creía que logrando que la cámara de diputados y senadores se llenara de personas conscientes podríamos lograr muchísimas cosas más. Por ejemplo: apostarle a las energías libres y olvidarnos por completo de la gasolina. 

Me sentía tan bien caminando hombro con hombro con mis compañeros. Todos ellos tenían sus propuestas y aunque no fueran nada de mí, me llenaba de orgullo saber que existían personas tan conscientes. 

Nos manifestábamos porque la economía estaba destrozada. Nos manifestábamos porque el derecho a la salud estaba siendo cada vez más miserable. Nos manifestábamos porque las grandes corporaciones transnacionales arrebataban el derecho de suelo a los indígenas. Y la gota que derramó el vaso fue que el derecho a la educación había subido tanto que nos era muy difícil pagar. Pagar lo que nos exigían significaba quedarme sin comer todo un mes. Me resultaba extremadamente difícil ahora que yo mismo me encargaba de mis gastos. Hace apenas unos cuantos años había dejado la casa de mis padres porque ya no les alcanzaba para mantenerme en la universidad, así que fundé mi empresa de software y hasta la fecha todo marchaba sobre ruedas, pero ese aumento destrozaría mi futuro.

El olor a cereza me había dejado un tanto extasiado. Debía ver ese rostro.

No comprendía del todo que era lo que me cautivaba. ¿Su olor? ¿o acaso era que no había visto a ninguna chica que alzaba su puño en señal de desobediencia? ¿O eran las consignas que gritaba? No lo pude saber. Sin embargo, yo estaba ahí admirando su belleza. 

Me impactó su sentido muy bien desarrollado de percepción. Cuando la veía ella volteó y mantuvo su mirada. Yo comencé a transpirar por todos lados y ella tomó un mechón de su cabello alborotado color castaño y lo llevó atrás de su oreja. Ella seguía observándome, cerró sus ojos y noté que tenía los ojos más hermosos, de inmediato comprendí la razón por la cual yo tenía ojos. 

La hubiera besado sin importarme quien fuera, pero en ese momento los policías que montaban a caballo comenzaron a entrar en escena. No entendí nada de lo que ocurría, todos los destrozos en los negocios no habían sido contemplados ni tampoco las consignas grabadas con aerosol. Sin duda nos habían boicoteado nuestra manifestación para darles motivos a los comandantes de poder perseguirnos. Esa era mi responsabilidad, ver movimientos inusuales para hacer marcar la diferencia de grupos y en el peor de los casos retirarnos por la vía de escape que tenía que vigilar que se mantuviera libre. 

Pero no lo hice, en la acción de separar al grupo me topé con esa chica que me dejó perplejo. 

Ahora debíamos escapar todos por nuestra propia cuenta. Lo que me irritó esa tarde no era que había descuidado mi puesto, sino que había perdido el rastro de aquella chica. 

Corrí esperando que mis compañeros ya estuvieran reunidos en el lugar acordado, pero no estaban todos. Van se hacía llamar nuestro líder, pero realmente él mismo no se veía como líder. Él cumplía la misión de coordinar los sectores de las manifestaciones. Pero él era el único que no había vuelto. 

Vimos las noticias pero anunciaron que no hubo detenidos. 

Los medios nunca dicen la verdad y más aún cuando se trata de la justicia social. Pero ahora se habían metido con nosotros. ¿Qué le diríamos a los padres y a los hermanos de Van? Ellos saben que él solamente se dedica a la escuela. Los fines de semana visita a su familia y ¿Qué iba a pasar cuando llegara el sábado y el no apareciera? 

Esto ya no se trataba de exigir que nos escucharan, se trataba de un problema más real. Nuestro compañero no estaba y la autoridad lo negaba. Otros compañeros juraban haberlo visto corriendo hasta donde habíamos acordado, pero por alguna razón no había vuelto.

Me parecía muy estúpido ahora salir a exigir por medio de consignas lo que queríamos. Nos arrebataron a un compañero y eso si no se los íbamos a permitir.